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Devocional semanal 03 al 09 octubre 2016

Octubre 3
“En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré
satisfecho cuando despierte a tu semejanza.”
Sal. 17: 15.
La porción de otros hombres llena sus cuerpos, y enriquece a
sus hijos, pero la porción del creyente es de otro tipo. Los
hombres del mundo tienen su tesoro en este mundo, pero los
hombres del mundo venidero miran más alto y más lejos.
Nuestra posesión tiene dos facetas. Tenemos la presencia de
Dios aquí y Su semejanza en el más allá. Aquí vemos el rostro
del Señor en justicia, pues somos justificados en Cristo Jesús.
¡Oh, el gozo de contemplar la faz de un Dios reconciliado! La
gloria de Dios en el rostro de Jesucristo nos trae el cielo aquí
abajo, y será para nosotros el cielo del cielo arriba.
Pero no termina con mirar: hemos de ser transformados en
aquello que miramos.
Dormiremos un poco y luego despertaremos para convertirnos
en espejos que reflejan las bellezas de nuestro Señor. La fe ve a
Dios con una mirada transformadora. El corazón recibe la
imagen de Jesús en sus propias profundidades, hasta que el
carácter de Jesús es grabado en el alma. Esto es satisfacción.
Ver a Dios y ser semejante a Él, ¿qué más podría desear? La
plena confianza de David se convierte aquí, por el Espíritu
Santo, en una promesa del Señor. Yo la creo. La espero. Señor,
concédemela. Amén.
La Chequera de la fe. Spurgeon.
Octubre 4
“Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a
mí mismo.”
Jn. 12: 32.
Vamos, obreros, cobren ánimo. Ustedes temen no poder
atraer a una congregación. Intenten la predicación de un
Salvador crucificado, resucitado y ascendido; pues esta es la
mayor “fuerza de atracción” que haya sido jamás manifestada
entre los hombres. ¿Qué los atrajo a Cristo sino Cristo? ¿Qué
los atrae a Él ahora sino Su propia bendita persona? Si ustedes
han sido atraídos a la religión por cualquier otra cosa, pronto
serán atraídos lejos de ella; pero Jesús los ha retenido, y los
retendrá hasta el fin. ¿Por qué, entonces, dudar de Su poder
de atraer a otros? Vayan con el nombre de Jesús a aquellos
que han sido tercos hasta este momento, y vean si no los atrae.
Ningún tipo de hombre está más allá de este poder de
atracción. Viejos y jóvenes, ricos y pobres, ignorantes y
letrados, depravados o afectuosos, todos los hombres habrán
de sentir la fuerza de atracción. Jesús es el único imán. No
pensemos en ningún otro. La música no atraerá a Jesús, ni
tampoco la elocuencia, la lógica, las ceremonias o el ruido. El
propio
Jesús ha de atraer a los hombres a Sí mismo; y Jesús es el
indicado para la obra en cada caso. No permitan ser tentados
por la charlatanería del día; mas como obreros del Señor
trabajen a Su manera, y atraigan con las propias cuerdas del
Señor. Atraigan hacia Cristo, y atraigan por Cristo, pues
entonces Cristo atraerá por medio de ustedes.
La Chequera de la fe. Spurgeon.
Octubre 5
“El remanente de Jacob será en medio de muchos
pueblos como el rocío de Jehová, como las lluvias
sobre la hierba, las cuales no esperan a varón, ni
aguardan a hijos de hombres.”
Mi. 5: 7.
Si esto es cierto del Israel literal, con mucha más razón es
cierto del Israel espiritual, del pueblo creyente de Dios.
Cuando los santos son lo que debieran ser, son una bendición
incalculable para aquellos entre quienes se encuentran
esparcidos. Son como el rocío, pues de una manera tranquila y
discreta refrescan a los que están a su alrededor. Silenciosa
pero eficazmente ministran a la vida, al crecimiento, y al gozo
de aquellos que habitan con ellos. Caídos frescos del cielo,
relucientes como diamantes al sol, agraciados hombres y
mujeres atienden a los débiles y a los insignificantes hasta que
cada hoja de hierba tiene su propia porción de rocío. Pequeños
como individuos, son, cuando están unidos, suficientes por
completo para los propósitos de amor que el Señor cumple a
través de ellos. Las gotas de rocío logran refrescar extensos
acres. ¡Señor, haznos como el rocío!
Las personas piadosas son como lluvias que llegan ordenadas
por Dios sin licencia ni autorización de los hombres. Trabajan
para Dios ya sea que los hombres lo deseen o no; no solicitan
el permiso humano como tampoco lo hace la lluvia. Señor, haz
que estemos valerosamente dispuestos, y libres en Tu servicio
dondequiera que nuestra porción hubiere sido asignada.
La Chequera de la fe. Spurgeon.
Octubre 6
“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará
a toda la verdad.”
Jn. 16: 13.
La verdad es semejante a una vasta caverna en la que
deseamos entrar, pero que somos incapaces de recorrer solos.
Su entrada es clara y brillante; pero si nos adentráramos más y
exploráramos sus escondrijos más recónditos, necesitaríamos
un guía o nos perderíamos. El Espíritu Santo, que conoce toda
la verdad perfectamente, es el guía asignado a todos los
verdaderos creyentes, y los conduce según su propia
capacidad, desde una cámara interior hasta otra, para que
contemplen las cosas más profundas de Dios, y para que les
sea revelado Su secreto con claridad.
¡Cuán grande promesa es esta para una humilde mente
inquisitiva! Nosotros deseamos conocer la verdad y
adentrarnos en ella. Estamos conscientes de nuestra propia
propensión a errar, y sentimos la urgente necesidad de un
guía. Nos gozamos porque el Espíritu Santo ha venido y mora
entre nosotros. Condesciende a actuar como un guía para
nosotros, y nosotros aceptamos gozosos Su liderazgo.
Deseamos aprender “Toda la verdad”, para no volvernos
sesgados y estar sin equilibrio. No queremos ser ignorantes
voluntarios de ninguna parte de la revelación para no
perdernos alguna bendición, o para no incurrir en pecado. El
Espíritu de Dios ha venido para guiarnos a toda la verdad:
escuchemos Sus palabras con corazones obedientes y sigamos
su guía.
La Chequera de la fe. Spurgeon.
Octubre 7
“El va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis como
os dijo.”
Mr. 16: 7.
Donde indicó que se reuniría con Sus discípulos, allí estaría en
el momento debido. Jesús acude siempre a Su cita. Si promete
reunirse con nosotros en el propiciatorio, o en la adoración
pública, o en las ordenanzas, podemos estar plenamente
seguros de que allí estará. Nosotros podríamos permanecer
perversamente alejados del lugar indicado para la cita, pero Él
nunca lo hará. Él dice: “Donde están dos o tres congregados en
mi nombre, allí estoy yo”; no dice: “allí estaré”, sino “allí estoy
ya yo.” Jesús es siempre el primero en la comunión: “El va
delante de vosotros.” Su corazón está con Su pueblo, Su delicia
está en ellos, y nunca es tardo para reunirse con ellos. En toda
comunión Él va delante de nosotros.
Pero Él se revela a los que le siguen: “Allí le veréis.” ¡Visión
deleitable! No nos importa ver a los más grandes de los
simples mortales, pero verlo a ÉL es ser llenado de gozo y paz.
Y le veremos, pues Él promete venir a los que creen en Él, y
manifestarse a ellos. Estén seguros que así será, pues Él hace
todo de conformidad a Su palabra de la promesa: “Como os
dijo.” Aférrense a esas últimas palabras, y estén seguros que
hasta el final Él hará con ustedes: “Como os dijo.”
La Chequera de la fe. Spurgeon.

Octubre 8
“Nunca más te llamarán Desamparada.”
Is. 62: 4.
“Desamparada” es una palabra lúgubre. Suena como un tañido
fúnebre. Es el registro de las aflicciones más agudas, y la
profecía de los males más espantosos. Un abismo de
miseria abre su boca en esa palabra “Desamparada.”
¡Abandonado por uno que comprometió su honor!
¡Abandonado por un amigo probado por largo tiempo y de
confianza! ¡Abandonado por un pariente amado!
¡Abandonado por padre y madre! ¡Abandonado por todos!
Esto es un verdadero dolor, y, sin embargo, puede ser
soportado pacientemente si el Señor nos sostiene.
Pero, ¿qué se sentirá al verse abandonado por Dios? Piensen
en el más amargo de los clamores: “Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has desamparado?” ¿Hemos probado alguna vez en
algún grado el ajenjo y la hiel de “Desamparada” en ese
sentido? Si así fuera, supliquemos al Señor para que nos salve
de cualquier repetición de una aflicción tan indecible. ¡Oh, que
esas tinieblas no vuelvan jamás! Los hombres maliciosamente
le dijeron a un santo: “Dios lo ha desamparado; perseguidle y
tomadle.” Pero siempre fue falso. El favor amante del Señor
forzará a nuestros crueles enemigos a tragarse sus propias
palabras, o, al menos, a reprimir sus lenguas.
Lo opuesto de todo esto es esa palabra superlativa Hefzibá:
“Mi deleite está en ella.” Esto convierte en baile al llanto.
Que aquellos que soñaron que habían sido abandonados oigan
al Señor cuando dice: “No te desampararé, ni te dejaré.”
La Chequera de la fe. Spurgeon.
Octubre 9
“Y el sacerdote pondrá de esa sangre sobre los
cuernos del altar del incienso aromático, que está en
el tabernáculo de reunión delante de Jehová.”
Lv. 4: 7.
El altar del incienso es el lugar donde los santos presentan sus
oraciones y alabanzas; y es muy agradable pensar que ha sido
rociado con la sangre del grandioso sacrificio. Esto es lo que
hace aceptable delante de Jehová toda nuestra adoración: Él
ve la sangre de Su propio Hijo, y por eso acepta nuestro
homenaje.
Es bueno que fijemos nuestros ojos en la sangre del único
sacrificio por el pecado. El pecado se mezcla incluso con
nuestras cosas santas, y nuestro mejor arrepentimiento, y fe, y
oración y acción de gracias no podrían ser recibidas por Dios
si no fuera por el mérito del sacrificio expiatorio. Muchos
miran con desprecio “la sangre”; pero para nosotros es el
fundamento del consuelo y de la esperanza. Eso que está sobre
los cuernos del altar tiene el propósito de estar de manera
prominente delante de nuestros ojos cuando nos acercamos a
Dios. La sangre da fortaleza a la oración, y por esto está sobre
los cuernos del altar. Está “delante de Jehová”, y por eso debe
estar delante de nosotros. Está sobre el altar antes de que
traigamos el incienso; está allí para santificar nuestras
ofrendas y dones. Vamos, oremos con confianza, puesto que la
víctima ha sido ofrecida, el mérito ha sido argumentado, la
sangre está detrás del velo, y las oraciones de los creyentes
deben ser de olor agradable al Señor.
La Chequera de la fe. Spurgeon.

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